@Jorge_Elbaum para @Pagina12
El próximo 30 de octubre, Donald Trump (foto) se reunirá con Xi Jinping en Corea del Sur para negociar o darle continuidad a la guerra comercial, declarada por el primero, apenas accedió a su segundo mandato el 20 de enero de 2025. Luego de una seguidilla de amenazas e imposiciones arancelarias, dispuestas por Washington, la República Popular de China respondió en abril con una de sus fortalezas productivas más estratégicas, la suspensión de las exportaciones de Elementos de Tierras Raras (ETS) hacia Estados Unidos. El juego transaccional utilizado por el rubicundo magnate para debilitar a Beijín ha sido un fiasco. El mandatario chino ha puesto en evidencia que maneja, con mayor equilibrio que Trump, el “dominio escalatorio”, consistente en la “habilidad de incrementar un conflicto con el objeto de atemorizar al contendiente, invitándolo a que desescale el mismo”.
La lógica supremacista de Occidente nunca ha aceptado una relación de intercambio horizontal y respetuoso con países soberanos ajenos a la brújula eurocentrista. Su inercia neocolonial tiende a considerar a los recursos naturales planetarios como propios. En nombre de ese derecho adquirido a fuerza de invasiones, piratería y despojo han exterminado poblaciones, arrasado tierras y saqueado a sus nativos. Sus acciones siempre han estado conducidas por los principios de la sacrosanta civilización y el progreso que deviene de ella. El latrocinio en las colonias españolas y portuguesas; el genocidio en el Congo por parte de los belgas; las masacres de los hereros y nama ejecutadas por los alemanes; la expoliación de la producción agroganadera argentina por parte del Reino Unido; las andanzas criminales de la CIA para defender a la United Fruit Company en Centroamérica y el Caribe; y las guerras petroleras impulsadas por Washington, son los antecedentes de la actual desesperación estadounidense por acceder a aquellos recursos que China no le permite depredar, como acostumbra a hacerlo en una gran parte del mundo. El TACO de Trump exhibe, en la actualidad, tierra en su rostro.















