Una posible lectura a la problemática de la discapacidad
por Ps. MABEL R. CARDOZO
Hefesto, el dios griego de la forja y del fuego, así como de los herreros, los artesanos, los escultores, los metales y la metalurgia.[1]
CON LAS ALAS DEL ALMA
(Una posible lectura a la problemática de la discapacidad)
“Pon tu cara hacia el sol y no verás las sombras”
(Helen Keller)[2]
Comenzaré con un agradecimiento a la Revista Digital “Soberanía Digital”, que tan gentilmente me invitara a presentar mi modesto aporte a este espacio, sobre la problemática de la discapacidad.
Además delimitaré el campo a desarrollar, en tanto la temática es muy amplia y sería muy difícil abordarla exhaustivamente: Intentaré que juntos podamos reflexionar sobre la repercusión del papel que juega la sociedad sobre una problemática compleja y extensa.
Un texto, del mismo modo un discurso, se apoya sobre un pre-texto, y es la realidad actual por la que están atravesando las personas con discapacidad, sus familias, los prestadores del área, la Educación y la Salud Pública, y el retiro asistencial del Estado, son el pre-texto que necesitamos para reflotar una problemática de la que, con toda el agua que ha pasado bajo el puente, casi ni tendríamos que exponer, porque se supone que los escollos ya deberían estar resueltos, y en qué medida, nosotros como sociedad podemos revertir, con nuestra participación y nuestras voces, una situación tan grave por la que están pasando las personas con discapacidad y sus familias.
DESPEJANDO CONCEPTOS:
He tenido la experiencia de que es diverso hablar de las definiciones de la Organización Mundial de la Salud, o las de la Asamblea General de las Naciones Unidas o de la Jurisprudencia argentina, y otra son las ideas que tienen las personas en general sobre la discapacidad, y cómo el imaginario social opera sobre estas ideas y por otro lado cómo está articulado este concepto al deseo, y cómo varía la operatividad o tratamiento de los sujetos desde los diferentes principios epistemológicos. Por ejemplo, desde la Sociología se hablará de persona y desde el Psicoanálisis se hablará de sujeto del inconsciente, sujeto dividido. Desde la Medicina se pensará en un cuerpo compuesto por órganos y sus funciones, en tanto desde el Psicoanálisis podremos pensar en un cuerpo hecho de palabras, articulado desde los tres registros: real, simbólico e imaginario y donde su funcionalidad tiene valor significante.
Hablar del concepto “Discapacidad”, sin nombrar al sujeto que la porta, es descarnar el padecimiento, cuando son personas de carne y hueso las que sufren. En definitiva es despersonalizar la problemática.
En este recorrido usaré el término “sujeto”, para referirme al sujeto del Psicoanálisis, sujeto de deseo, sujeto sujetado al lenguaje, sujeto atravesado por el Discurso del Otro. Como se notará que no lo hago en forma peyorativa, sino como concepto.
El término “Discapacidad”, a mi modesto entender es un tanto controversial o por lo menos ambiguo, dado que es un neologismo aceptado por la Academia Argentina de Letras para definir un déficit o minoración funcional en el organismo o fisiología de un sujeto. Este término formado por el prefijo “dis” y el sufijo “capacidad”, se ha traducido muchas veces como “capacidades diferentes”. Y digo controversial porque todos, porten o no un déficit funcional, tienen capacidades diferentes. Si todos tenemos capacidades diferentes, ¿dónde está la diferencia? Diferencia, o diversidad que no podemos obviar. Diferencia de la que debemos tener registro y respetarla, porque la diversidad es inherente al ser humano, y tiene que ver con su dignidad como tal.
Pero para tratar de entender de qué hablamos, aceptaremos decir “sujeto o persona con discapacidad”, a todo aquel que porta una minoración o déficit en su organismo, en su motricidad, sensorialidad o intelectualidad, diferenciándolo por supuesto de lo que son las enfermedades, que pueden o no provocar una discapacidad.
Por otro lado, es importante tener en cuenta lo que aclara Liliana Pantano, respecto de cuáles son los motivos que hacen a la falta de claridad en el uso de los términos en los entrecruzamientos científicos: “(…) los vocablos empleados para indicar términos científicos tienen también significado dentro de otros marcos de referencia…”; “(…) un término puede referirse a fenómenos diferentes…”; “(…) Términos distintos pueden referirse a un mismo fenómeno…”; “(…) Un término puede no tener referente empírico inmediato alguno…”; “(…) el sentido de los conceptos pueden cambiar…”.[3]
Por eso es importante clarificar los conceptos, sin olvidar que más allá de ese despeje, no es garantía de que cuando hablemos nos pongamos de acuerdo de lo que estamos hablando. En realidad lo que se intentó fue llegar a una denominación más o menos generalizada, con un común marco de referencia y que no sea ofensivo hacia las personas a las que se refiere y que coadyuve al entendimiento entre los especialistas.
De lo que se trata es de dar a los sujetos con discapacidad el status de dignidad que les corresponde por derecho.
DE LA CU(LTU)RA DEL CUERPO ORGÁNICO AL CUERPO SOCIAL:
En un mundo donde la salud es una mercancía, el cuerpo un objeto, y los más vulnerables un descarte, no podemos ignorar que estamos inmersos en la cultura del cuerpo bello, joven, saludable y poderoso… y los promotores de la meritocracia nos quieren hacer creer que sólo tiene validez el sujeto exitoso, inteligente y dotado de una ambición desmedida… Indudablemente que valores como la solidaridad, la fraternidad, el respeto por el otro, han perdido el lugar que tendrían que tener en una sociedad que quiere que el mundo, sea un mundo para todos, y no sólo para unos privilegiados.
Si perdemos de vista esto, estamos condenados a convertirnos en una sociedad invivible, donde reine la Ley de Selva, la ley del “sálvese quien pueda”, dejando a las minorías, a los más desprotegidos totalmente desamparados.
Hace unos cuantos años escribí esta reflexión ficcional, basada en un Mito de la Grecia Clásica, que al encontrarla, me pareció que no había perdido vigencia:
“Delfos…, la magnífica y bella Delfos… Se apagaron tus luces.
Sólo tus columnatas del templo del dios Apolo y un poco de escombros quedan como testigos de aquellos días en que la Pitia se rendía en sublime éxtasis a los pies de un kouroi y era su mensajera; y en tus circos, los flautistas, los poetas y los atletas hasta podían detener las contiendas por unas pocas manzanas y una corona de laureles, mientras que Asterión, con su único ojo, espía… y su baba moja su andrajosa ropa…, y su joroba le pesa, le pesa…, pero más le pesa la crueldad.
La orden es no salir de su escondite, porque en Esparta, Licurgo ha escrito su destino. Al nacer no fue digno de ser bañado en vino, ni pudo ser colocado desnudo sobre el escudo paterno, al lado de la lanza, a fin de que las armas despertaran las primeras sensaciones… La fosa de Taýgetos, lo espera.
Hoy, los circos y anfiteatros albergan a multitudes que idealizan a otros dioses: de origen sajón o de origen ario, que reemplazan al Apolo de entonces.
Por estos días no todas las cojeras son bien vistas… no todas las dermis son amables… Pero…¿cómo pensar una cu(ltu)ra, más fraterna, donde ese imaginario pueda ser modificado, de tal forma que las oportunidades sean iguales para todos?
La respuesta se hace esperar, por eso la indiferencia no deja de lastimar, deja un sabor amargo… sabor que al mismo tiempo es productor de inquietudes, de búsqueda, de utopías… Pero es esa esperanza, es el deseo, lo que nos moviliza a ser menos in(diferentes).”
En “El niño retardado y su madre”, Maud Mannoni relata que “en las culturas primitivas, los locos vivían entre otros seres, tenían un sitio en el pueblo, asumían su papel, aunque sea el de ser loco, y eran respetados como tales. En nuestra civilización, no hay lugar para un ser humano incapaz de cierto rendimiento social o escolar determinado. (…) Será excluido, no por el color de la piel, sino por la forma o de la cualidad de su inteligencia”.[4]
Indudablemente por suerte, esta realidad, en gran parte se ha modificado, pero si la familia, la sociedad y el Estado, no realizan un trabajo mancomunado, el futuro de los sujetos con discapacidad se verá comprometido.
Y me pregunto: ¿Existe una cura para la Cu(ltu)ra? Sí… rotundamente Sí.
Se cura con la participación, con el compromiso de la comunidad, que alzará la voz por los que no tienen voz, exigiendo a las autoridades, a los responsables de los diversos organismos, que satisfagan las necesidades de los ciudadanos más vulnerables. Nos podemos oponer a la “batalla cultural”, que nos quieren imponer desde el Poder Ejecutivo:
Diciendo “NO AL CAMBIO DE CULTURA!!!”.
Nosotros abrazamos la cultura de la solidaridad, del bien común, de la Justicia Social, del respeto por el otro, de la atención a los más desprotegidos, porque creemos que un Mundo mejor para todos, es posible. Creemos en una sociedad con valores y principios, que destierre el egoísmo y la ambición descontrolada. Porque queremos que la Libertad sea un valor para todos, y no sólo la Libertad de Mercado y para unos pocos. Porque estamos convencidos que con cada necesidad nace un derecho, para nuestros hijos de hoy, y para que los del futuro, tengan una vida digna.
[1] Hefesto era el dios griego más humano, hijo de Zeus y Hera. Según la versión de la Ilíada, nació deforme, cojo y jorobado. A diferencia de los demás dioses del Olimpo que eran perfectos y hermosos, Hefesto horrorizó tanto a Hera, que ésta lo arrojó desde el Monte Olimpo al mar, donde fue recogido por la nereida Tetis y la oceánide Eurinome, y criado en la isla de Lemnos, donde desarrolló su habilidad de herrero. Su deformidad no impidió que se convirtiera en el artesano y herrero de los dioses.
[2] Helen Keller, fue una escritora, oradora y activista política sordo-ciega estadounidense.
[3] PANTANO, Liliana. La Discapacidad como problema social. EUDEBA. Colección Temas. (2da. Ed.). Buenos Aires, 1993.
[4] MANONNI, Maud. “El niño retardado y su madre”. Edition du Seuil, 1964. Ed. Paidós, Bs. As., 4ta. Reimpresión, 1990.
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