Por Juan Carlos Lopaczuk
(Profesor de Historia y Periodista)
El atentado a Cristina fue un ataque a nuestra democracia y al poder popular.
El último símbolo con poder de convocatoria para el pueblo trabajador es Cristina Fernandez de Kirchner. Ella dos veces presidenta de los argentinos y una vez vicepresidenta, es la sonrisa de los momentos alegres de los que menos tienen. Cuando se sintieron respaldados y acompañados. Su figura representa la oportunidad de muchos de volver a sentir dignidad y justicia social.
Las políticas sociales llevadas adelante en sus años de gobierno, significaron la esperanza de la movilidad social para los de a pie de manera concreta. Pero estos logros populares, también fueron un peligro para unos pocos que quieren todo para ellos. Esos sectores recalcitrantes y concentrados no soportaron ni soportan que una mujer le dé dignidad a su pueblo.
Por ello comenzaron a financiar y fomentar discursos de odio en los medios de comunicación. La campaña en contra de Cristina llegó a niveles de agresión personal, metiéndose hasta con sus hijos. Como es el caso de Florencia, acusada por la “Justicia comprada” de formar parte de una asociación ilícita a sus 12 años.
La campaña en contra se vio fomentada también desde las redes sociales a través de memes y lives de tik tok que destilaban odio y discriminación constante. Esa sopa de reaccionarios comenzó a manifestarse en las calles exhibiendo consignas sumamente agresivas y violentas. Como es el caso de la vez que colgaron bolsas negras con nombres de funcionarios kirchneristas en las rejas de la Casa Rosada.
Todo este cóctel de violencia llevó a que miembros del poder fáctico pasaran a otra fase. De manera oscura financiaron grupos odiadores que comenzaron a creer que eran elegidos para ” salvar a la nación” del peligro Kirchnerista. Bajo está falsa concepción patriótica idearon el plan para atacar a Cristina.
Mientras la justicia cooptada por el poder fáctico presumía la proscripción de Cristina en las próximas elecciones, un grupo de lúmpenes daba un paso más en este plan de odio. El día que miles de argentinos se aproximaron a la casa de la ex presidenta para demostrarle su apoyo y cariño, pero que fue truncado por las vallas de Larreta. La ” banda de los copitos” no se animó. Quizá por impericia o por miedo, no concretaron su plan siniestro.
Días después Fernando Sabag Montiel junto a su novia Brenda Uriarte, miembros de ” Los copitos”, tomaron coraje y se presentaron entre la multitud que esperaba en horas de la tarde noche recibir a Cristina en su casa del barrio porteño de Recoleta. Aquel 1 de septiembre del 2022, Sabag Montiel se mezcló entre la multitud y llegó a gatillar a centímetros del rostro de Cristina con su pistola Bersa Thunder calibre 32. La bala no salió y Sabag Montiel fue apresado. Brenda escapó por unos días hasta que también fue detenida. En estos días de junio después de dos años, comenzó el juicio por el intento de magnicidio a la ex presidenta.
Este hecho de violencia extrema contra Cristina, fue posible por los constantes discursos de odio que sectores recalcitrantes y concentrados de nuestro país, lograron difundir en los medios. Preparando el terreno y multiplicando así una mano de obra suelta, capaz de cometer cualquier barbaridad contra los enemigos de la “gente decente y la libertad´´.
La alfabetización digital e informática de la población es cada vez más necesaria e imperante. Mientras los discursos de odio y violencia sigan teniendo permiso en los medios y las redes sociales, nuestra democracia estará cada vez más herida.