Por Juan Carlos Lopaczuk
(Profesor de Historia y Periodista)
La iglesia de los pobres del Padre Mugica y la Doctrina Social de la Iglesia.
Hace 51 años el Carlos Mugica era asesinado. Las hordas fascistas no podían soportar el compromiso de un cura con su pueblo. El padre Carlos abrió una capilla en la Villa 31 de Retiro y la llamo “Cristo Obrero”. Era mucho para los que querian una iglesia en latín y para unos pocos. Consideraba que la iglesia tenía que acompañar a los pobres y defenderlos de la explotación capitalista.
Como había pedido un Papa en 1891 llamado León XIII, cuando comenzó con la idea de la Doctrina Social de la Iglesia y luego la encíclica Rerum Novarum. Colocando a los y las trabajadores/as del mundo como víctimas de la Revolución Industrial y al desamparo de la explotación capitalista. Él proponía una iglesia que defienda a los pobres de semejante expoliación, resaltando su lucha por un salario digno y la necesidad de una organización sindical.
El padre Carlos tomo esa bandera y se comprometió. Con los pies en el barro camino calles populares y villas miserias. Organizó al “populacho” y se dio cuenta que el Peronismo podía defenderlos. Los oligarcas lo acusaron de traicionar a su clase y no se lo perdonaron.
Mugica se comprometió con piel y alma. Le costo la vida. Un grupo de criminales lo espero a la salida de su iglesia y los acribilló a balazos.
Su legado continúa presente y el nuevo Papa se denomino León XIV en una señal de continuidad de aquel que llevó adelante la Doctrina Social de la Iglesia y la Rerum Novarum. El recuerdo y la entrega de Mugica es un llamado al compromiso y la voluntad de cambio.
Para terminar, basta mencionar la propia oración que el mismo Padre Carlos Mugica se había escrito y leía todas las noches. El cual se lee a continuación:
Señor: perdóname por haberme acostumbrado a ver que los chicos parezcan tener ocho años y tengan trece.
Señor: perdóname por haberme acostumbrado a chapotear en el barro. Yo me puedo ir, ellos no.
Señor: perdóname por haber aprendido a soportar el olor de aguas servidas, de las que puedo no sufrir, ellos no.
Señor: perdóname por encender la luz y olvidarme que ellos no pueden hacerlo.
Señor: yo puedo hacer huelga de hambre y ellos no, porque nadie puede hacer huelga con su propia hambre.
Señor: perdóname por decirles “no sólo de pan vive el hombre” y no luchar con todo para que rescaten su pan.
Señor: quiero quererlos por ellos y no por mí.
Señor: quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos.
Señor: quiero estar con ellos a la hora de la luz.